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sional y temporera que el director del ramo había decretado dando puñetazos sobre un pupitre.

Y el diablo hizo, no la Providencia, como pensó don Baltasar, que cierto contratista, interesado en un expediente que Miajas acababa de despachar, de modo favorable para aquel señor, se le acercara, y fingiendo sigilo, pero con ánimo de que pudieran otros oficinistas enterarse de su generosidad, dejase entre unos papeles algunos billetes de banco.

Era un hombre tosco, acostumbrado á vencer así en las oficinas de su pueblo; y como no conocía á Miajas y quería ir anunciando su procedimiento expeditivo, para que se enterasen los que podían servirle el día de mañana, hizo lo que hizo de aquella manera torpe, que comprometía al infeliz covachuelista.

Don Baltasar, en el primer momento no se dió cuenta de lo que acababa de suceder. Todavía no se había hecho cargo de tan vituperable acción, y ya los espías del director se habían guiñado el ojo [1]. Cuando el contratista insistió en su torpeza, llamando la atención de Miajas, éste... vió el cielo abierto, y equivocándose sin duda, atribuyó entonces á la Providencia aquella oportunidad del diablo. En otra ocasión, sin escandalizarse, con mucha humildad y modestia, hubiera devuelto al pillastre aquel su dinero, diciéndole con buenos modos que él había cumplido con su conciencia y que ya estaba pagado por el gobierno.

  1. Ya había una víctima.