Página:El gallo de Sócrates (Colección de Cuentos).djvu/203

Esta página ha sido corregida
— 199 —

mirando distraído el féretro. En la cabecera leyó estas letras doradas: C. P. M. El duelo no era muy numeroso. Los viejos eran mayoría. Conoció á un cerero, su contemporáneo, y le preguntó el señor Arteaga:

—¿De quién es?

—Una tal Cecilia Pla... de nuestra época... ¿no recuerda usted?

—¡Ah, !—dijo don Celso.

Y se quedó bastante triste, sin acordarse ya del catarro. Siguió andando entre los señores del duelo.

De pronto se acordó de la frase que se le había ocurrido la última vez que había visto á la pobre Cecilia.

«Parece una sardina.»

Y el diablo burlón, que siempre llevamos dentro, le dijo:

, es verdad, era una sardina. Este es, por consiguiente, el entierro de la sardina. Ríete, si tienes gana.