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en un pueblo de Andalucía, vino á pasar el verano con su señora é hijos á Rescoldo.

Vió á Cecilia Pla algunas veces en la calle: no pudo conocer si ella se fijó en él ó no. Lo que sí vió que estaba muy delgada, mucho más que antes.



El juez llegó poco á poco á magistrado, á presidente de sala; y ya viejo, se jubiló. Viudo, y con los hijos casados, quiso pasar sus últimos años en Rescoldo, donde estaba ya para él la poca poesía que le quedaba en la tierra.

Estuvo en la fonda algunos meses; pero cansado de la cocina pseudo francesa, decidió poner casa, y empezó á visitar pisos que se alquilaban. En un tercero, pequeño, pero alegre y limpio, pintiparado para él, le recibió una solterona que dejaba el cuarto por caro y grande para ella. Celso no se fijó al principio en el rostro de la enlutada señora, que con la mayor amabilidad del mundo le iba enseñando las habitaciones.

Le gustó la casa, y quedaron en que se vería con