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ritos, sus servicios, sus verdades particulares, ni el genio y el talento de tales ó cuales positivistas.

Era yo joven y parecía en cátedra un viejo, un rezagado.

Pasaron años... y mi sombrero, como el del cura de la Matiella, está por esos mundos del pensamiento, de moda; á la última... ¿Por qué no decirlo á los discípulos? Se lo digo con cierta satisfacción contenida, hasta algo melancólica...

Mis ideas son novísimas, mi tendencia la de los jóvenes maestros de Europa y de América... pero yo no parezco un joven, porque voy siendo viejo de veras.

Y como para el viejo, aunque no sea perro, no hay tus, tus; sin que deje de halagarme el ver en autores flamantes confirmadas mis opiniones, no siento por ello demasiado calor.

Y, como el cura de la Matiella, aunque pase la moda de mi sombrero, pienso conservarlo hasta que me muera... y acaso después. Et nunc et semper.