Página:El gallo de Sócrates (Colección de Cuentos).djvu/100

Esta página ha sido corregida
— 96 —

nal y á cuantos habían intervenido en la causa famosa que le llevaban al suplicio.

Era un ilustre sabio naturalista, que había descubierto infinidad de cosas útiles para la humanidad y para la ciencia, sin meterse jamás en honduras metafísicas sobre lo que era ó no era la materia, ni en si había alma ó dejaba de haberla. Había matado á su mujer y á la nodriza de su unigénito en un momento de alucinación. Los médicos se habían empeñado en demostrar que había obrado como un loco, por un impulso irresistible. Pero don Atanasio, el sabio, se puso furioso con esta interpretación y publicó un manifiesto, desde la cárcel, poniendo de vuelta y media á los doctores y á la escuela antropológica italiana y á cuantos fisiólogos se meten en honduras de derecho y á tergiversarlo todo. «No, señor; venía á decir el manifiesto: he dado muerte á mi cara mitad y al ama de cría en el pleno uso de mis facultades, con toda la libertad, ó lo que por tal entendemos vulgarmente, con que se pueden hacer estas cosas. Me estaban distrayendo con una disputa acerca de unos pañales que había robado ó no la lavandera; yo tenía en la mano un frasco de una materia, invención mía, capaz de prender fuego á medio mundo; se me había olvidado cierta fórmula con la cual yo convertía aquella mezcla terrible en un elixir que aseguraba á la humanidad una salud de miles de años; y cuando ya volvía la fórmula á la punta de la lengua, al recuerdo, la disputa de los pañales me llevó el santo al cielo, huyó la fórmula... y arrojé