I SOBRE-CUBIERTA
En una mañana de Diciembre, el vapor TABO subía trabajosamente el tortuoso curso del Pasig conduciendo numerosos pasageros hacia la provincia de la Laguna. Era el vapor de forma pesada, casi redonda como el tabù de donde deriva su nombre, bastante sucio apesar de sus pretensiones de blanco, magestuoso y grave á fuerza de andar con calma. Con todo, le tenían cierto cariño en la comarca, quizás por su nombre tagalo ó por llevar el carácter peculiar de las cosas el país, algo así como un triunfo sobre él progreso, un vapor que no era vapor del todo, un organismo inmutable, imperfecto pero indiscutible, que, cuando más quería echárselas de progresista, se contentaba soberbiamente con darse una capa de pintura.
Y ¡si el dichoso vapor era genuinamente filipino! Con un poquito dé buena voluntad hasta se le podía tomar por la nave del Estado, construida bajo la inspección de Reverendas é Ilustrísimas personas!
Bañada por el sol de la mañana que hacía vibrar las ondas del rio y cantar el aire en las flexibles cañas que se levantan en ambas orillas, allá va su blanca silueta agitando negro penacho de humo ¡la nave del Estado, dicen, humea mucho también!... El silbato chilla á cada momento, ronco é imponente como un tirano que quiere gobernar á gritos, de tal modo que dentro nadie se entiende. Amenaza á cuanto encuentra; ora parece que va á triturar los salambaw escuálidos aparatos de pesca que en sus movimientos semejan esqueletos de gigantes saludando á una antidiluviana tortuga; ora corre derecho ya contra los cañaverales, ya contra los anfibios comederos ó kárihán, que, entre gumamelas y otras flores, parecen indecisas bañistas que ya con los pies en el agua no se resuelven aun á zambullirse... á veces, siguiendo cierto camino señalado en el río por troncos de caña, anda el vapor muy satisfecho, mas, de repente un choque sacude á los viajeros y les hace perder