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91 Chelkovnikov hizo un gesto desesperado y balbuceó:

—He escrito a la Administración... la he puesto al corriente... En aquella ocasión carecíamos de brazos... Los obreros prefieren trabajar en el campo y nos veíamos obligados a pagarles salarios altos... Naturalmente, no podíamos hacer gastos suplementarios, construyendo buenas barracas...

Al menos, la Administración no nos dió autorización y nada podíamos hacer...

—Pero, en fin de cuenta, ¿cuánto va usted a empezar a reconstruir las barracas obreras?preguntó Kvachnin con voz severa.

—No puedo fijar fecha. Hay que tener un poco de paciencia. Por otra parte, ahora estamos preocupados, preparando para el invierno las casas de los ingenieros y los empleados...

—Bajo la dirección de usted pasan cosas inadmisibles dijo muy bajo con voz silbante de maldad Kvachnin.

Luego, volviéndose hacia las mujeres, les gritó:

—¡Oid, mujeres! Desde mañana se empezará a instalar estufas en vuestras barracas y a poner en ellas buenas tablas. ¿Habéis entendido?

—¡Sí, padrecito!... todos te damos las gracias..y nuestros hijitos también!—gritaban las voces conmovidas y gozosas. Lo mejor es dirigirse directamente al jefe... ¡Que Dios te bendiga!... Ya que eres tan bueno, permítenos también ir a coger leña a los talleres de construcción.

—Pues bien, os lo permito.