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lo digo confidencialmente: guárdeme el secreto.

Pero le aseguro que va quedar usted asombrado.

Nina no pudo contenerse y añadió con coquetería:

—Todo esto se hace por mí. Anteayer le dije al señor Kvachnin que estaría bien organizar un paseo por el bosque, con mucha gente, e inmediatamente decidió hacerlo...

—Yo no iré a eso!—dijo Bobrov en tono rudo.

¡Sí, irá usted! ¡Lo quiero!—exclamó Nina, brillantes los ojos. ¡Y ahora, en marcha, señores!

Y Fustigó el caballo. Bobrov hizo lo mismo. Sveyevsky se quedó atrás.

—Escuche usted, Andrey Ilich, lo que voy a decirle. Sobre todo, no se enfade usted...

Los caballos caminaban el uno junto al otro.

Nina, ligeramente inclinada hacia Bobrov, le miró con ternura a los ojos; él tenía un aspecto sombrío y descontento.

—Escúcheme bien—repitió ella con una voz llena de cariño—. Por usted es por quien tuve la idea de esa excursión... Sí, por usted, mi mal amigo, siempre dispuesto a suponerme intenciones feas. Quiero que me diga usted todo lo que no me quiso decir en la estación el otro día. Durante la excursión, podremos aislarnos, y no nos molestará nadie...

Estas palabras, pronunciadas con una voz acariciadora y afectuosa, produjeron un efecto mágico en Bobrov. Sintióse de nuevo feliz. Casi con