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clinada sobre el cuello del animal, presentaba un aspecto lastimoso.

Al reconocer a Bobrov, Nina fustigó la jaquita, que empezó a galopar. El viento la azotaba en pleno rostro, y viéndose obligada a sostener el sombrero con una mano, bajaba un poco la cabeza. Cuando llegó cerca de Bobrov, detuvo el caballo, que empezó a golpear el suelo, y a relinchar impaciente. Nina estaba muy animada.

Sus mejillas se habían teñido de rosa. Sus cabellos caían en pequeños y finos bucles por debajo del sombrero.

Magnífico caballo!—exclamó Bobrov, cuando logró por fin detener su "Farvater"; y estrechó la mano de Nina—. De dónde lo ha sacado?

— Verdad que es hermoso? Es un regalo de Kvachnin.

—Yo no hubiera aceptado un regalo semejante dijo rudamente Bobrov, irritado por el tono despreocupado de la respuesta de Nina.

Ella se enfadó.

—Pero ¿por qué razón le iba a rechazar?

—Porque Kvachnin no es ni su amante ni su pariente de usted...

—¡Ahr, Dios mío! ¡Qué escrupuloso es usted!...

¡Hasta cuando se trata de los demás!—dijo Nina con mordaz ironía.

Pero notando la expresión de dolor que se extendía sobre el rostro de Bobrov, se apresuró a añadir, en tono más suave:

—Esto no es nada para él; ¡es tan rico!