Página:El dios implacable - Kuprin (1919).pdf/73

Esta página no ha sido corregida
69
 

Luego Chelkovnikov condujo a los visitantes a un edificio de hierro, tan largo, que cuando uno se hallaba en uno de sus extremos, el otro apenas se veía. Era el departamento de los altos hornos, donde la fundición líquida se mezclaba con mineral y se convertía en acero. A lo largo de una de las paredes de aquel taller corría una plataforma de piedra, sobre la cual había unos veinte hornos de los llamados "pudlings", que parecían, por su forma, vagones sin ruedas. El acero pasaba por medio de tubos a gruesos recipientes de hierro, y allí se enfriaba en grandes pedazos de seiscientos a setecientos kilogramos cada uno. El otro lado del departamento estaba ocupado por una pequeña vía férrea, por la cual, silbando y respirando fatigosamente, corrían vagonetas en donde los obreros cargaban sin cesar el acero, que, después de una serie de operaciones ingeniosas, adquiría la forma de largas barras cuadradas y pulimentadas.

Chelkovnikov llevó a los visitantes al taller de rieles. Un enorme pedazo de metal ardiendo pasaba por diversas máquinas, y salía de cada una de ellas con una forma nueva, cada vez más delgada, más larga. Al fin, quedaba un riel rojo, de unos veinte metros de largo. Los movimientos complicados de unas quince máquinas eran dirigidos por un solo hombre, que, situado sobre una pequeña plataforma, encima de la máquina central, parecía un capitán en el puente de su navío.

Cuando volvía la manivela hacia adelante, los ci-