Página:El dios implacable - Kuprin (1919).pdf/69

Esta página no ha sido corregida
65
 

albañiles, sólidos y graves, con mandiles blancos, con cabellos claros como el lino y barbas rojas; detrás de ellos. los obreros metalúrgicos y los herreros, con sus blusas negras, que usaban para imitar a los obreros franceses e ingleses, con los rostros cubiertos de polvo metálico. Aquí y allá había grupos de obreros extranjeros. En las últimas filas estaban los obreros de los hornos de cal, a los que se podía reconocer de lejos por los rostros como empolvados de harina y los ojos inflamados y rojizos.

Cada vez que el coro de voces fuertes y solemnes proclamaba: "Salva a tus hombres, Dios omnipotente, de todas las desdichas", los tres mil obreros, con la misma seriedad devota y en el mismo instante, como soldados disciplinados, se santiguaban con celo y bajaban la cabeza. Bobrov sentía algo grave y poderoso, y al mismo tiempo infantil y emocionante, en aquella común plegaria de una enorme muchedumbre gris. Al día siguiente todos aquellos obreros reanudarían su trabajo fatigoso de doce horas diarias. Quizás algunos perecerían durante el trabajo, cayendo desde un tejado, hundiéndose en una caldera o enterrados bajo una avalancha de piedras y ladrillos. Y quién sabe! ¡Acaso en aquel momento pensaban todos precisamente en lo que el destino les preparaba y rogaban al Dios omnipotente que les salvara de la desdicha. No tenían otros protectores, aquellos niños grandes, de corazones bravos y simples, aquellos humildes soldados de EL DIOS.

5