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no sea más que admiración desinteresada por un hombre que posee trescientos mil rublos de renta?—pensaba—. Si no persiguen ningún interés personal, ¿por qué todos se humillan de manera tan desagradable ante ese hombre, que ni siquierase digna mirarles? En la psicología humana existen leyes y resortes secretos, que no conocemos aún, y que son los que únicamente podrían explicar esta humillación voluntaria de los seres humanos ante el poderío de los ricos..." Después de haber permanecido en pie algunos instantes, Kvachnin se decidió, por fin, a descender. Precedido de su enorme vientre, ayudado respetuosamente por los empleados, descendió del coche y se encontró en el andén.

Los ingenieros y demás empleados de la fábrica le abrieron paso, formando dos filas, y le saludaron con respeto. El hizo un ligero movimiento de cabeza, y apretando sus gruesos labios, exclamó:

—Señores, están ustedes libres hasta mañana.

Luego, a la salida de la estación, hizo Chelkovnikov una seña para que se acercase.

—Sergey Valerianovich—dijo a media voz—, me lo presentará usted?

—Al señor Zinenko?—preguntó respetuosamente el director.

—¡Naturalmente, caramba!... —dijo Kvachnin enfadado. No, aquí no—añadió, deteniendo al director, que había hecho ademán de ir en busca de Zinenko—. Después, cuando estemos en la fábrica...