Página:El dios implacable - Kuprin (1919).pdf/62

Esta página no ha sido corregida
58
 

cuando las circunstancias fueran más favorables?

Dígamelo en seguida. ¡Lo quiero!

—No sé... ¡ya no me acuerdo!—dijo Bobrov, calmado y frío.

—¡Pues bien, le voy a refrescar la memoria, mi impenetrable amigo! Me hablaba usted de lo que había ocurrido ayer en casa, de los instantes felices que había pasado usted a veces junto a mí.

Luego me dijo usted que, probablemente, me habría dado cuenta yo misma...; pero ¿de qué es de lo que me debía haber dado cuenta? No terminó usted su pensamiento. Dígamelo, pues, ahora.

Oye usted? ¡Lo exijo!

Le miraba fijamente, con ojos en que brillaba una sonrisa pícara, llena de promesas y, al mismo tiempo, de ternura. El corazón de Bobrov estaba tan rebosante de felicidad, que sintió de nuevo el valor que momentos antes le había abandonado.

"Ella sabe muy bien lo que le quiero decir —pensaba—, pero desea oír mi confesión!" Habíanse detenido al final del andén. Nadie llegaba hasta allí. Los dos estaban emocionados.

Nina esperaba la confesión, encontrando un placer exquisito en aquel juego; Bobrov buscaba palabras, respiraba penosamente turbado en extremo.

Pero en aquel preciso momento se oyeron las campanadas que anunciaban la llegada del tren.

El público, en el andén, se agitó confusamente.

— Me ha oído usted—dijo Nina con voz aho-