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se ocupa ya de un caballo que no vale para nada.

Pues bien, entre nosotros es igual. Todo está dispuesto de suerte que salga de los obreros el máximo esfuerzo; después, ya puede reventar. ¡Y usted quiere consolarlos con sus escuelas y sus hospitales! Ha visto usted el trabajo de los altos hornos? Requiere obreros con nervios de hierro, músculos de acero y la habilidad de un artista de circo. Cada uno de ellos se expone varias veces al día a peligros mortales y los evita únicamente con su sangre fría; y ¿qué es lo que gana por ese trabajo peligroso?

—Sin embargo, mientras la fábrica exista, ese hombre no padece hambre.

¡No diga usted niñerías, doctor!—respondió Bobrov, sentándose junto a la ventana—. El obrero depende ahora más que nunca de la demandageneral de trabajo, de las combinaciones de bolsa, de toda una serie de intrigas. Toda empresa grande, antes de ponerse en movimento, tiene alrededor una turba de explotadores. Tome usted por ejemplo, la nuestra: está fundada por una pequeña compañía de capitalistas, cuyos proyectos eran modestos. Pero una banda de ingenieros, directores e intermediarios devoró en seguida el capital. Construyéronse edificios que no servían para nada, y hubo necesidad de derribarlos en seguida con dinamita. En una palabra, los fundadores se vieron pronto obligados a venderlo todo con un noventa por ciento de pérdida. Sólo entonces se conoció el juego de toda aquella banda criminal: