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timas innumerables, aplastadas por su marcha triunfante. Cada invento, cada nueva máquina, se pagan con sufrimientos y sangre. ¡Ya ve usted lo que es nuestra famosa civilización! Pudiera representarse con números, cuyas unidades serían máquinas y los ceros existencias humanas.

—Pero, vamos a ver, amigo mío—replicó el doctor, aturdido por la argumentación de Bobrov.

—No tendrá usted, sin embargo, la pretensión de predicar a la humanidad la vuelta a las formas primitivas del trabajo. Y, luego, ¿por qué no mirar más que el lado negro? Existe, además, en la fábrica una escuela, una iglesia, un buen hospital, una asociación de crédito para los obreros...

Bobrov saltó de la cama, y, descalzo, se puso a pasear nerviosamente por la habitación.

¡Hospital, escuela! ¡Todo eso son bagatelas, juguetes para filántropos sentimentales como usted! Eso es una concesión a la opinión pública.

En realidad, no se preocupan más que de una sola cosa: sacar del obrero el máximo esfuerzo. ¿Sabe usted que es "finish"?

—Eso creo que es un término técnico de las carreras de caballos.

—Perfectamente. Se llama así a los últimos cien o doscientos metros que el caballo tiene que recorrer para llegar a la meta. Si llega, ya puede reventar. "Finish" es el esfuerzo máximo, y para obligar al caballo a hacer ese esfuerzo, se le fustiga sin piedad. Luego, si cae con la espina dorsal rota, las patas quebradas, peor para él: nadie