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piedad que experimentaba por Bobrov y la oscuridad, le dieron valor para hacer aquella confesión.

—¡Todo me disgusta, Osip Osipovich!—respondió dulcemente Bobrov—. En primer lugar, es penoso que yo sea empleado de la fábrica y esté bien pagado, a pesar de que detesto todo cuanto ocurre en ella. Como hombre honrado, me pregunto:

"¿ Qué haces? ¿Por quién trabajas?" ¡Ay! La respuesta a estas preguntas no es para tranquilizarme. Trabajo para que un centenar de rentistas franceses y una docena de canallas rusos se enriquezcan. A sus bolsillos van a parar los millones ganados en la fábrica. ¡Y pensar que para esto he estado estudiando años y años!...

—Perdone, pero no es razonable eso que dice usted—replicó el doctor, volviéndose hacia Bobrov Usted quiere que los grandes burgueses se permitan tener ideales humanitarios. Desde que el mundo existe, la humanidad camina con el vientre por delante. Así ha sido siempre y así será en el porvenir. Debe usted alzarse por encima de esos burgueses, sin concederles importancia. Conténtese usted con pensar que contribuye al desarrollo de la humanidad, y que empuja el carro del progreso, como dicen los periódicos. Las acciones de las compañías marítimas dan gran les dividendos; pero eso no impide que Fulton, el inventor de los buques de vapor, fuera un grande hombre y un bienhechor de la humanidad.