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a lo largo del cuerpo, y apretándola tiernamente entre las suyas, murmuró:

—Nina Grigorievna, yo le ruego...

Entonces ella se volvió bruscamente hacia él, y estrechándole también amistosamente la mano, exclamó, con una voz en que había perdón y dulce reproche al mismo tiempo:

¡Ah, qué malo es usted! Siempre me está insultando, aprovechándose de que no puedo enfadarme con usted...

Y rechazando su mano trémula de emoción, echó a correr hacia las habitaciones interiores.

Te veo sin cesar en mis sueños.

No sé si esto es amor; pero creo que te amo..cantaba en aquel momento Muller, con voz emocionada y expresiva.

"Pero creo que te amo", repitió Bobrov, lanzando un profundo suspiro y llevándose la mano al corazón, que le latía muy fuerte.

"¿Por qué, pues—pensó—, me consumo en sueños insensatos de felicidad desconocida, fantástica, cuando está aquí, tan cerca de mí, una felicidad sencilla y profunda? Si una mujer es tierna, afectuosa, graciosa, llena de consideraciones, ¿qué más se puede exigir? No; los pobres hombres enfermos, nerviosos, no sabemos gozar las alegrías de la vida; las emponzoñamos con el veneno de nuestro análisis; desfiguramos, con nuestras inquisiciones psicológicas los mejores sentimientos y los pensamientos mejores. Una noche