das entre el hombre y la mujer, reduciéndolas a algo muy sencillo y superficial. Y para caracterizar las cualidades físicas, morales y espirituales de un hombre, no había más que dos palabras: "rubio" y "moreno".
Como para justificar su disgusto, Bobrov preguntó:
—¿Y qué es ese Protopopov?
— Protopopov?
Nina reflexionó un instante.
—¿Cómo le diría yo?... Es alto, chato...
—¿Y eso es todo?
—Pero, ¿qué más quiere usted? ¡Ah, sí! Es empleado de Hacienda.
Y no le encuentra usted nada más? Pero vamos a ver, Nina Grigorievna, es imposible que no se encuentre, para caracterizar a un hombre, nada más que eso de que es chato y que está empleado en Hacienda. Piense usted: ¡hay tantos hombres interesantes, inteligentes, de talento!
Hasta los hijos de los simples campesinos observan la vida con una curiosidad insaciable, en tanto que usted, una jovencita instruída e inteligente, manifiesta una indiferencia absoluta por la vida, y se contenta con una docena de frases hechas, triviales. Sé de antemano que cuando en la conversación se hable de la luna, citará usted los versos de Puschkin: "Aquella luna estúpidaen aquel cielo estúpido", y cuando le refieran a usted algo que no pasa todos los días, citará otros versos: "La leyenda es muy bonita, mas no es