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¡Pues no veo la razón para entusiasmarse tanto!—dijo friamente.

—¡Cómo! Pero ¿ignora usted lo que vale Kvachnin? Puede hacer todo lo que quiera; el Consejo le escucha como a un oráculo. Así, ahora está encargado de la dirección, o más bien, se encargará por sí mismo de acelerar los trabajos. ¡Verá usted lo qué va a pasar aquí cuando venga! Todo va a ser fuego y llamas. El año pasado, cuando visitó las nuevas construcciones, puso en la calle al director y a cuatro ingenieros...

¿Estará pronto acabado el alto horno de usted?

—Sí; la construcción está casi terminada.

—Entonces, eso marcha bien. El mismo Kvachnin presidirá la inauguración... ¿No le ha visto usted nunca?

—No; pero, como es natural, he oído hablar de él.

—Pues yo he tenido el placer de serle presentado. Es un tipo de los que no se encuentran ya.

Todo Petersburgo le conoce. En primer lugar, es tan gordo que no puede juntar las manos sobre el vientre. No lo cree usted? ¡Palabra de honor!

Usa un coche especial, muy ancho. Es enormemente grande, rojo, y tiene una voz como las trompetas de Jericó. Pero ¡qué inteligente es, Dios mío Es miembro del Consejo de administración de casi todas las Sociedades por acciones.

Nada más que por siete sesiones al año, percibe 200.000 rublos. Pero si hay que salvar ante los accionistas una situación comprometedora, no hay