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la prueba de que todo ello es verdad, no hay más que una sola conclusión que sacar: que soy víctima de un terrible error. Y en este caso le ruego, le suplico, que me devuelva la libertad lo más pronto posible. Mi vida aquí se hace cada vez más insoportable. Los vigilantes, por orden del director—que, como usted sabe bien, es un espía alemán—, ponen todos los días estricnina y otros venenos en el alimento de los enfermos. Estos brutos son extremadamente crueles; anteayer me atormentaron poniéndome sobre el vientre y sobre el pecho hierros candentes... En cuanto a las ratas, estoy más que seguro de que son igualmente..."

—¿Qué es esto, doctor?—pregunté, devolviéndole el manuscrito—. ¿Esto es una mixtificación?

La charla de un loco? ¿Se han comprobado los hechos expuestos por el autor de este manuscrito?

Una sonrisa amarga se dibujó en los labios del doctor Butinsky.

—Efectivamente, fué víctima de un error—dijo guardando el manuscrito en el cajón—. He encontrado al comerciante indicado por el pobre hombre. Su nombre es Sviridenko, esto es, que está combinado, en realidad, con las letras s, r, d y k.

Me confirmó todo lo que acaba usted de leer. Aún me dijo más: en la estación donde bajaron él y el estudiante de la Academia de Artes, por última