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ba, como todos, completamente lleno. Mi vecino de la izquierda era un joven estudiante de la Academia de Artes. Frente a mí estaba sentado un comerciante joven, que a cada parada del tren bajaba a la cantina de la estación a beber ana copita de coñac. Entre paréntesis: este comerciante me dijo que tenía una carnicería en N., en la calle Baja. Me dijo también su nombre, pero no me acuerdo con precisión: era algo así como Serdiak, Sredniak, Serdolik... En fin, un nombre combinado con las letras s, r, dy k. Insisto en estos detalles insignificantes, porque si usted tuviera a bien ir a buscar a este comerciante en N., le confirmaría completamente mi relato. Es de estatura regular, ancho de hombros, de rostro coloradote y simpático, un poco grueso. Usa un pequeño bigote y lleva afeitada la barba.

"No había que pensar en dormir. Nos pusimos a charlar para pasar el tiempo. Bebimos también un poco. Hacia la media noche, estábamos cansadísimos, pero no había sitio para echarnos. De pie, en los pasillos, tratábamos, bromeando, de encontrar un medio cualquiera de dormir un poco.

De pronto exclamó el estudiante:

"Señores! He encontrado un medio admirable, pero temo que no consientan ustedes en aplicarlo. Uno de nosotros debe hacerse el loco; el otro se estará junto a él, y el tercero irá en busca de un jefe de tren y le dirá: "Señor, venimos acompañando un pariente nuestro que no está en su cabales; hasta este momento ha venido