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"Le ruego que me conceda una atención benévola y "excepcional", y he aquí por qué insisto en ello: sé bien que todos los locos se inclinan a creer que están encerrados en el Manicomio, no porque hayan perdido la razón, sino por malévolas intrigas de sus enemigos, y, finalmente, a causa de un funesto error. Bien sé que gustan de hablar del caso con los médicos, los guardianes, los visitantes y los compañeros. Por todo lo cual comprendo que tiene usted razones suficientes para desconfiar de las declaraciones del género de la que hago ahora. Esta desconfianza está muy justificada. Lo único que le pido es que compruebe usted los hechos que voy a tener el honor de referirle seguidamente.

"Lo que voy a contar sucedió el día 24 de diciembre de 1896. Yo estaba entonces empleado, como ingeniero, en la fábrica metalúrgica "Herederos de Karl Wundt y C.a". Pero hacia la mitad de aquel mes de diciembre, tuve una gran disputa con el director, a causa de la dureza con que trataba a sus obreros; al hablarle me hallaba muy encolerizado, hasta el punto de que le insulté, y en seguida, sin esperar más, dejé yo mismo el servicio.

"Una vez sin empleo en la fábrica, decidí irme a la ciudad de N..., donde se encontraban mis padres, para pasar con ellos las fiestas de Navidad.

"El tren que había tomado iba abarrotado de viajeros. El coche en que me acomodé se halla-