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UNA CONFUSION



—Seguro estoy—dijo Butinsky, médico psíquiatra muy conocido en la ciudad que nadie ha festejado la Pascua de una manera tan original como lo hizo uno de mis enfermos en 1896. No tengo intención de contarles esta historia tragicómica: es preferible que la conozcan ustedes recorriendo estas cuartillas. Están escritas por el mismo protagonista de ella.

Al decir esto, el doctor abrió el cajón de su mesa que estaba lleno de manuscritos colocados por orden. Cada paquete llevaba un número y un nombre.

—Todos estos son manuscritos de mis desgraciados enfermos—dijo Butinsky, buscando en el cajón. He conseguido durante diez años reunir esta colección, en la que he puesto un gran cuidado. Algún día, quizá, leeremos juntos esos manuscritos. Usted encontrará en ellos muchas cosas conmovedoras, divertidas, hasta instructivas.

Mientras llega ese momento, lea este manuscrito, si quiere.

El doctor me entregó un cuaderno, de regular tamaño, escrito en una letra ancha, irregular. Y he aquí lo que leí en aquel cuaderno: