Página:El dios implacable - Kuprin (1919).pdf/169

Esta página no ha sido corregida
165
 

todo cuando vivimos en estas condiciones... Anoche te dije una porción de cosas desagradables, pero no te enfades por eso...

—Ya lo creo que no me enfado. Yo también fuí malo para ti. Esto es fatal, inevitable, cuando se vive en comunidad.

—Sí, querido, en eso tienes razón: ¡es fatal!dijo Slavianov en voz baja, lanzando un largo suspiro y sentándose en la cama de Mijalenko—.

Los rozamientos son inevitables. Vivimos encerrados, como sardinas en lata. Hay unos aparatos para cazar las moscas que parecen campanas de vidrio; las moscas que tienen la desgracia de meterse dentro, mueren allí lentamente. Este asilo es para nosotros una especie de caza—moscas. Por eso nos tornamos tan malos. Además, no puedo soportar a ese idiota de Baydárov. No es colega nuestro. No tiene espíritu de artista.

No es como nosotros, ¿eh? Nosotros, por lo menos, hemos hecho algo por el teatro, ¿no es verdad, Sacha?

—Vamos, Mercurio Ivanich, yo no puedo compararme con usted. Usted era, por decirlo así, un león de la escena, mientras que yo no era más que una mosca pequeñita... nada...

—No, Sacha, haces mal en decir eso. Protesto.

Tú también tenías talento. ¡Y qué talento! Mucha sensibilidad, un gran temperamento y mucho dominio de la escena. A los artistas contemporáeos les falta todo eso. Son técnicos, simples artesanos. No tienen el fuego sagrado. Ni vocación,