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en todas partes. Todo el mundo se inclinaba ante el gran artista Slavianov—Raysky, mientras que tú, despreciable mico, ¿qué has sido?

Con trágico ademán volvióse de pronto hacia el viejo Tijon, que barría el piso.

— Amigo mío, te aprecio infinitamente más que a ese marrano, a esa nulidad, que ha osado mancillar la vocación sagrada del artista. ¡Mi buen viejo, mi noble Tijon! Tú, sólo tú puedes comprender y apreciar a Slavianov—Raysky, no es así? ¡Déjame besar tu blanca cabeza honorable!

Porque, lo repito, sólo tú puedes comprenderme...

¡Ya lo creo, señor!—respondió Tijon con énfasis. A primera vista se nota que usted no es como los demás... Como el señor Mijalenko, por ejemplo, que sólo goza insultando a un pobre soldado viejo...

Tijon estaba visiblemente emocionado. Después de limpiarse la boca con la chaqueta, besó por tres veces al gran artista. Luego volvió a su faena y, tras una corta pausa, añadió:

—Sólo una cosa, señor Slavianov—Raysky: usted ha bebido algo, por lo que veo, y sería justo que me diera usted algunos "copecs" para que yo pudiera beber también una copita a su salud. No hay que olvidar al viejo servidor.

—¡Tijon, amigo mío!—exclamó conmovido el actor—¡Soy un viejo bribón, un cocodrilo, un pecador incorregible! ¡Me he dejado todo mi dinero en la taberna!... Pero espera... quizás me quede todavía algo... voy a registrarme los bolsillos...

EL DIOS 11