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gica y amenazadora—. ¡Olvidas con quién hablas!

Y armó un alboroto, como los muchos que había armado durante su vida de borracho en todas las poblaciones y en todos los cafés. Primero, injurió violentamente al propietario, luego a sus compañeros de mesa, que intentaban calmarle, y 'finalmente, comenzó a insultar al público reunido a su alrededor.

¡Todos sois unos marranos, y os detesto de todo corazón!—gritaba, balanceándose en la silla y dando fuertes puñetazos sobre la mesa. Sí, os detesto y os desprecio. ¡El público!... ¡No hay nada en el mundo más villano y más cobarde! ¿Habéis venido aquí para presenciar un escándalo?

Pues bien, mirad: ¡he aquí, ante vosotros, al primer actor dramático de Rusia, helo aquí, arrastrando una vida miserable! ¿No es verdad que ver esto es curioso? Y, sin embargo, yo os desprecio, cerdos, os desprecio con todas las fuerzas de mi alma... ¡Usted, joven idiota, el de la corbata roja!—dijo dirigiéndose de pronto a un señor que estaba en la mesa próxima—. ¿Se ríe usted? Pero ¿quiés es usted? ¿Un viajante de comercio? ¿Un ayuda de cámara? ¿Un indecente jugador? ¿Un peluquero? ¡Ah, veo que ha desaparecido la sonrisa de su faz equina! Usted es un mosquito, un miserable número de estadística en este gran escenario que se llama la vida.

Sus pantalones rayados sobrevivirán a su nombre de usted... ¡Sí, animales, miradme bien! Yo era el