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perimentado algunas de las frases que murmuraba el propietario, inclinado sobre el mostrador.

—Pues sí, es el mismo... Ya saben ustedes...

¡quinientos rublos por representación!... ¡Un talento extraordinario! No ha habido más que dos que hayan gozado tanto del favor del público: él e Ivanov Kovelsky... Dice usted?... ¡Oh, naturalmente!... Si no hubiera bebido tanto...

Los clientes se deshacían por trabar conocimiento con aquel "talento extraordinario". Se acercaron a Slavianov—Raysky. Antes de sentarse, el de más edad, el de la nariz de loro, dijo con una sonrisa amable, frotándose las manos:

—En tal caso... tendremos el gusto de hacer conocimento con usted... Tenemos el honor de presentaros...

Dijo su nombre. Era un empleado de banca; su camarada era redactor de un periódico local. Este último entabló inmediatamente conversación con el cómico:

—Yo y usted somos ambos representantes del arte. Le conozco a usted muy bien. Aparte de que todo el mundo le conoce... La prensa y la escena son los dos polos del arte y deben ir siempre de la mano...

Slavianov—Raysky, muy aficionado a las amistades de café, estrechó la mano del reporter y del empleado, asintiendo con la cabeza y sonriendo con una amplia sonrisa artificial.

— Encantado, encantado de conocerles! Ahora nosotros, los viejos actores, yacemos en el olvidoto 8 7 t