perturbable..¡Ah, sí! Tu máquina de hacer cigarros... Bueno, tómala y déjame en paz.
Y se la tiró.
—¡Le ruego a usted que no tire las cosas que no le pertenecen y que ha robado usted!—gritó Mijalenko con rabia.
Su ojo parecía quererse salir de la cara y temblaban sus mejillas fofas.
¡Es usted un canalla!—añadió. ¡No es la primera vez que se apropia usted de lo ajeno! En Perm robó usted un perro en un hotel y le llevaron a la cárcel. ¡Es usted un ladrón!
Rabioso, enfermo, el viejo cómico se ahogaba y mascullaba los finales de las frases can voz casi ininteligible.
Baydárov se sintió ofendido. Abandonando su habitual altivez, comenzó a gritar como una verdulera.
✔ —Le ruego a usted, señor Mijalenko, que me devuelva inmediatamente mi corbata y mis puños, así como la docena de cigarrillos que le presté. ¡Vaya un artista! Es usted un vago, un pillastre.
—¡Cállese, viejo idiota, o le rompo la cabeza!— rugió Mijalenko blandiendo una silla—. ¡Puedo ser terrible!
—¿Usted ?—exclamó con tono y ademanes teatrales Lidin—Baydárov—. ¡Usted hacía de payaso en las ferias!
—¡Y usted es un ladrón! En Irkutsk robó usted de la casa de un compañero una corona de plata,