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otro extremo de Rusia, por ejemplo, de Taroslav a Odessa...

—De Vologda a Kerch—rectificó el apuntador, acordándose de un verso de alguna comedia.

—"Aber" yo creía que eso se había acabado ya; pero hoy, al contemplar la mañana por los cristales, he comprendido que aún me queda un largo viaje que emprender. Lo que quiere decir, en estilo figurado, que mi contrata en la tierra ha concluído. Tanto peor!...

—¡Qué pensamientos tan raros!—dijo Stakanich en tono razonador—. Eso es que te mina la melancolía. Tú sobrevivirás a todos nosotros.

—No, querido. Bien veo que esto se acaba. Mi papel ha terminado, y tengo que retirarme por el foro. "Aber" Stakanich, no se trata de eso; eso me es igual, como ves...

—¿De veras? ¿No te da miedo?—preguntó Stakanich de una manera inesperada hasta para él mismo y lleno de curiosidad.

—Sí. Me río de la muerte. Sólo siento haber llevado una vida tan absurda y estúpida; pero en cuanto a tener miedo, no hay de qué. "Todo lo que vive, tiene que morir algún día", dice un monólogo patético que yo me sabía antes de corrido.

También a ti, Stakanich, te llegará pronto la hora...

Hablaba con voz sorda, débil e indiferente, deteniéndose a cada frase, fatigado. Se diría que no era él quien hablaba, sino una vieja máquina rota, encerrada dentro de su pecho.