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De seguir las inclinaciones y gustos de su alma, se hubiera dedicado a los estudios científicos,, al profesorado o a la agronomía. Su profesión de ingeniero no le producía ninguna satisfacción y, a no ser por su madre, hubiera abandonado el Instituto Electrotécnico al tercer año de sus estudios.

Su carácter tierno, casi femenino, sufría indeciblemente ante la realidad cruel, con sus obligaciones cotidianas e imperiosas. Las pequeñas cosas, indiferentes para los demás, a él le causaban penas profundas y prolongadas.

Su exterior era modesto, y no tenía nada notable. No era alto, y a pesar de su delgadez, se adivinaba en él una fuerza nerviosa, fogosa. Laś cejas espesas daban a sus ojos grises una expresión severa, casi ascética. Los labios eran nerviosos, finos, pero no malvados; la barba y el bigote, poco poblados, como de un joven. Pero lo más atractivo de su rostro era su sonrisa. Cuando reía, sus ojos cobraban ternura y júbilo y toda su faz adquiría una expresión muy dulce.

Después de andar media "versta", subió a una colina. Bajo sus pies se descubría el amplio panorama de la fábrica, que se extendía en un espacio de 50 "verstas" cuadradas. Era una verdadera ciudad de ladrillo rojo, con un bosque de chimeneas ennegrecidas por el humo; una ciudad inundada de olores de aceite, de hierro quemado y de carbón, llena siempre de un ruido infernal. Cuatro altos hornos dominaban esta ciu-