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frecuentes y entrecortados; la herida de la sien le dolía cada vez más.

El camino en cuesta era largo; a Bobrov le pareció interminable. Desesperado, continuó sufriendo, tropezando a cada instante, hiriéndose las rodillas y agarrándose a las ramas de los matorrales. A veces le parecía que veía todo aquello en un sueño de enfermo. El pánico que se produjo durante la excursión, aquel camino en cuesta..todo esto se parecía tanto a una pesadilla que era imposible tenerlo por realidad.

Por fin, Bobrov llegó a lo alto de la cuesta. Reconoció en seguida la vía alta del camino de hierro.

Precisamente desde aquel sitio el fotógrafo había estado el día anterior retratando los grupos de obreros y de ingenieros durante los oficios religiosos.

Bobrov, completamente extenuado, se sentó sobre una traviesa. Se sentía muy mal; sus piernas se doblaban, le dolía el pecho y el vientre; su frente y sus mejillas estaban cubiertas de un sudor frío. Los objetos comenzaron en seguida a dar vueltas ante sus ojos y desaparecieron de repente como en un abismo sin fondo.

Se desmayó.

No volvió en sí hasta media hora después. Abajo, donde día y noche se oía el ruido incesante de la fábrica gigantesca, reinaba un silencio torvo y lúgubre. Bobrov se levantó con mucho trabajo y caminó en la dirección de los altos hornos. Le parecía que su cabeza estaba llena de plomo y