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ministración central. Ese será, por decirlo así, el regalo de bodas que Basilio Terentevich hace a los novios... Noto que a nuestro querido jefe le desagrada lo que digo. Probablemente he revelado, sin querer, antes de tiempo la sorpresa que preparaba. Si es así, le pido mil perdones. Pero, lleno de estimación y de amistad, me permito expresar el deseo de que nuestro querido colega el señor Sveyevsky continúe en su nuevo puesto en Petersburgo, siendo el mismo trabajador enérgico y buen camarada que era entre nosotros... Bien sé, señores, que acaso ninguno quisiera estar en su lugar... porque...

Se detuvo y fijó en Sveyevsky una mirada francamente irónica....

—Porque el señor Sveyevsky, al que todos deseamos tanta dicha...

Su discurso fué interrumpido por el ruido de un caballo que se acercaba al pabellón. Un momento después se vió un jinete salir del bosque y penetrar en el calvero. Venía sin gorra y en su rostro había una expresión de terror.

Era un capataz de la fábrica. Echó pie a tierra apresuradamente y se acercó a Kvachnin con paso rápido. Inclinándose familiarmente cuchicheó a su oído. Un silencio de muerte se extendió por el pabellón. Como antes, cuando Kvachnin se levantó por primera vez a hablar, no se oía más que el chisporroteo de las luces y el canto de los grillos.

El rostro de Kvachnin, enrojecido por el vino,