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Bobrov se decidió a esperar la salida de Nina, y, costara lo que costara, tener una explicación con ella. Su corazón latía febrilmente; se apretaba nervioso las manos, que, de súbito, se le habían quedado heladas.

A los cinco minutos apareció Nina al fin. Bobrov salió de la sombra y le cerró el paso. Ella lanzó un débil grito y retrocedió.

—Nina Grigorievna, ¿por qué me atormenta usted así?—dijo Bobrov, juntando sus manos, sin darse cuenta, como para orar—. ¿No ve usted cuánto sufro? ¿0 le divierten quizás mis sufrimientos? ¿Quizás se está usted burlando de mí?...

—No comprendo lo que de mí pretende usteddijo Nina con tono altanero—. No tengo deseo ninguno de burlarme de usted.

Se revelaba en ella la mentalidad de su familia.

—Entonces, ¿qué significa su actitud de esta noche hacia mí?—preguntó tristemente Bobrov.

—¿Qué actitud?

—¡Pero si está usted fría, casi hostil, para conmigo! Huye usted de mí... Se diría que hasta mi presencia aquí le es desagradable.

—Me es indiferente.

—Aún peor... En fin, siento en usted un cambio incomprensible y terrible para mí. Vamos, Nina, sea franca y sincera, tal como la he considerado a usted hasta hoy. Cualquiera que sea la verdad, dígamela. Vale más para usted y para