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89 con él el Marqués de los Balbases, Espinola, cuyo apellido puso su gran padre sobre las estrellas.

Allí va el Conde de Altamira, Moscoso y Sandoval, gran señor y caballero en todo, caballerizo mayor de su Majestad de la Reina. Allí pasa el Marqués de Pobar, Aragón, con don Antonio de Aragón su hermano, del Consejo de Ordenes y del supremo de la Inquisición. Los que atraviesan en aquel coche agora son el Marqués de Jódar y el Conde de Peñaranda, del Consejo Real de Castilia, ambos Simancas (1) de la jurispericia como de la nobleza.

—¿Quién son aquellos dos mozos que van juntos—preguntó Rufina—, de una misma edad al parecer, y que llevan llaves doradas?

—El Marqués de la Hinojosa—respondió el Cojuelo, conde de Aguilar y señor de los Cameros, Ramírez y Arellano, es el uno, y el otro es el Marqués de Aytona, favorecedor de la Música y de la Poesía, que heredó, hasta la posteridad, de su padre, entrambos camaristas.

—Qué coche es aquel tan Ileno, que va espumando sangre generosísima en tantos bizarros mozos?—preguntó la tal Huéspeda.

—Es del Duque del Infantado—dijo el Cojuelo, cabeza de los Mendozas y Sandoval de varón, marqués de Santillana y del Cenete, conde de Saldaña y del Real de Manzanares, hijo y retrato de tan gran padre. Los que van con él son cl Marqués de Almenara, el más bizarro, galán (1) Archivos.