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De pronto vió al diablo, de pie sobre la presa, por la que tenía que pasar.

—Eh, abajo!—gritó—. ¿Quién es ese que está en medio de la presa cortándome el paso? ¡Vete, o bajo del carro y vas a ver cómo se corta el paso a la gente de bien!

—Párate un momento nada más—dijo el diablo con voz dulce—. Quisiera hablarte un poco.

—Un poco? Bueno, habla, pero pronto, porque tengo prisa; si me retraso, se va a cerrar la taberna de la aldea y no me abrirán. Te escucho, buen mozo, por más que ni siquiera sé como te llamas.

—Dime. ¿A qué taberna te referías en esa canción tan bonita que venías cantando?

—Te ha gustado? Me alegro. A la taberna del molinero, que vive aquí, en el molino. Ya lo creo que es bonita mi canción; pero me parece que nuestra conversación se ha acabado. Déjame pasar... ¿Qué, sigues ahí?

—Sí.

—Y qué, ¿esto no se va a acabar nunca?

—Un minuto... Según tu canción, el "vodka" del molinero es muy bueno.

—En cuanto a eso... ¡No, viejo, te equivocas de medio a medio! Antes de juzgar, hay que escuchar mi canción hasta el fin. Mira cómo acaba:

"...pues el "vodka" que tiene el molinero es bueno por demás, porque tiene mezclada el agua pura tan sólo por mitad."