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natural: no hay por qué andarse con precauciones con las personas ebrias.

—Buenas noches—le dijo; parece que usted ha bebido algo, eh? ¿Cómo es que tiene usted un aire tan miserable y de ropa se halla en tan deplorable estado?

En este momento el molinero se dió cuenta por primera vez de que su obrero Gavrilo estaba verdaderamente muy mal trajeado. La causa era muy sencilla: todo lo que Gavrilo ganaba en el molino, se lo gastaba en la taberna; en vez de pagarle su trabajo en dinero, el molinero se lo pagaba en "vodka".

Gavrilo se acercó al diablo hasta chocar con él, y, adoptando una posición más firme, dijo:

—¡Alto! ¡Qué canallas de piernas! ¡No me quieren obedecer!... ¡A mí no me gustan estas bromas!... ¡Alto os digo!... Y tú, buen hombre, ¿ quién eres?

—¿Yo?—respondió el otro. Soy el diablo, con su permiso.

—¿El diablo? Me parece que te burlas... En fin, quizá sea verdad. Sí, sí... Te pareces verdaderamente al diablo; esos cuernos, esa cola... Pero ¿por qué tus cabellos caen en bucles por encima de las orejas?

—Porque soy un diablo judío, con su permiso.

—¡Toma, toma! ¡Ahora ya estoy al tanto!...

Di, entonces, ¿no fuiste tú quien el año pasado se llevó al judío Iankel?

—Sí, yo mismo!

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