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por cualquier parte, en el vasto mundo, y su casa estaba vacía y negra como una tumba.

El alma del molinero estaba tan vacía y tan negra como aquella casa abandonada. "Yo no quise salvar al judío—pensaba—; no hice nada por socorrer a su familia, y ahora intento algo deshonesto con la hija de la viuda”...

Creo que es muy feo eso que vamos a hacer con Galia—dijo.

—Como usted quiera. Hay personas a quienes no les gusta la miel. Usted es probablemente una de ellas...

—No, yo no soy de esos; pero así y todo...

No formuló su pensamiento y prefirió cortar la conversación.

¡Hasta la vista, Iarko!

—¡Hasta la vista!

Cuando el molinero descendía la colina, oyó un silbido tras él. Era Iarko que, de esa manera, se burlaba de sus remordimientos de conciencia. El molinero se sintió disgustado: todo era lo mismo que el año pasado...

—¿Qué es eso de silbar?—preguntó con voz amenazadora.

—¡Vaya por Dios!—respondió Iarko—. ¿Ya no se permite ni silbar? Yo he estado al servicio de un oficial que no me prohibió nunca silbar...

"Verdad es se dijo el molinero—, es libre de silbar. Pero... ¡qué tontería!: todos estos pequeños detalles me recuerdan la memorable noche del año pasado." 1 ↓