Digame, patrón, ¿por qué está usted tan triste, que no paréce sino que le han vertido un tonelde aguas sucias en la cara? Yo creo que ahora debiera estar usted completamente satisfecho...
—Ni yo mismo sé la razón... Quizá haría bien en časarme...
—Y¿por qué no? Yo le doy mi bendición.
¡Eso no es tan fácil como parece! He reflexionado mucho y no puedo encontrar una solución. Para decirte la verdad, cuando yo no era más que ayudante del molinero cortejé a la hija de la viuda..., a Galia... Sin duda la conoces... Pero cuando me hice molinero, la abandoné. Ahora, como comprenderás, con el capital que tengo, no puedo casarme con una muchacha que no tiene más que su belleza...
—Naturalmente, eso sería para usted una mala elección. Ahora, con la posición que usted tiene, no hay más remedio que casarse con Motria, la hija de nuestro ricacho Makogon.
—En eso tienes razón. Ya comprendo yo mismo que no puedo hacer otra cosa; todo el mundo dice que el dinero de Makogon debe juntarse con el mío. Pero... esa muchacha no me gusta: es gorda y. deforme como un haz de paja... Cuando la miro, me parece que me tiran de la nariz y me vuelven la cabeza. No es como Galia, tan bella, tan menudita... No, verdaderamente, las cosas están muy mal arregladas en este mundo! Uno quiere a una muchacha, y el dinero se encuentra precisamente en casa de otra... Esa Motria me