Página:El día del juicio (1919).djvu/55

Esta página no ha sido corregida
51
 

los contratos. No admitía el desgraciado que, entre tantos judíos, él fuera a ser la víctima.

— Siempre pasa lo mismo!—decían los campesinos. El hombre no sabe jamás lo que le puede suceder el día de mañana, Se estacionaron largo rato en grupos delante de la taberna, donde la mujer de. Iankel y sus.hijos lloraban desesperadamente, arrancándose los cabellos. A pesar de la lástima que inspiraban estos desgraciados, cada cual pensaba con alegría que ya no tenía obligación de pagar lo que debía a Jankel, puesto que éste se había llevado todos los documentos. A decir verdad, había muy pocos que tuvieran remordimientos de conciencia y que se dijeran que lo justo sería pagar la deuda a la viuda de Iankel. Para mayor exactitud, ninguno. La viuda no recibió ni un solo copec.

Naturalmente, el molinero tampoco pagó nada.

La pobre viuda lloraba, suplicaba a los campesinos, de rodillas, que pagaran por lo menos una parte de su deuda, aunque sólo fuera diez copecas por cada rublo que debieran, para que ella y sus hijos pudieran ir a la ciudad y buscar allí dónde ganarse el pan. Pero todas sus súplicas fueron vanas.

Algunos campesinos estaban muy emocionados, y daban con el codo a sus vecinos, diciéndoles en voz muy baja:

—¡Vamos, amigo mío! ¡Tenga usted piedad de la pobre viuda! Me parece que usted le debe