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Anda, ya es media noche!—dijo el molinero.

Y, bostezando, empezó a descender la colina.

Seguía pensando en su rebaño. Le parecía ver sus rublos que, como seres vivos, circulaban de mano en mano y se multiplicaban sin cesar. Hasta tuvo una risita de satisfacción. "La gente que tiene mi dinero, no comprende que trabaja, no para sí, sino para mí. A su tiempo, como el propietario del rebaño, recogerá y lo encerraré en mi arca." Estos pensamientos eran agradables. Pero el recuerdo del judío Ianke! le puso nuevamente de mal humor. Pensaba con amargura que Iankel se había apoderado de casi todo el pasto, de manera que los rublos del molinero no tenían apenas dónde pacer. Los campos estaban devastados ya por las cabras del judío, y no quedaba casi nada para los corderillos del molinero.

—¡Al diablo con él!—pensó, repitiendo de nuevo que las cosas están muy mal arregladas en este mundo. El judío Iankel le obsesionaba hasta el fondo del alma; esos malditos judíos fastidian mucho a los cristianos en los negocios...

De pronto se detuvo en medio de la colina, donde se oía ya más distintamente el ruido del agua, y se dió una palmada en la frente.

¡A fe mía, sería magnífico! ¡Sería admirable!

¿Y por qué no? Hoy es precisamente "Iom—Kipur"la fiesta judía. Y muy bien pudiera el diablo elegir a lankel... Pero no, ¡hay tantos judíos en la Sinagoga! Además, Iankel es viejo, flaco, huesoso..nada hay en él que no pueda tentar al diablo. ¡Ah!

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