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II

131 Yo comencé el servicio en 1874. He trabajado concienzudamente, con mucho celo. Se me empleaba frecuentemente en las revistas y en el teatro.

Sabía leer y escribir bien; los jefes estaban contentos de mí. Una vez, nuestro coronel, que era de la misma provincia que yo, me llamó y me dijo: "Te voy a nombrar sargento. ¿No has conducido nunca deportados?" "¡Jamás!"— "Pues bien, te voy a designar para el próximo viaje.

Aprenderás en seguida.” —“¡A su disposición, mi coronel!" Era verdad, hasta entonces yo no había conducido deportados políticos... como vosotros. Esto no es una cosa muy complicada, pero así y todo...

Hay que conocer bien el reglamento y, luego, hay que ser listo...

Pasada una semana, fuí llamado de nuevo a casa del jefe. Había allí un sargento. "Vais a salir los dos con los deportados"—dijo el jefe.

Y después, dirigiéndose al sargento, añadió:

"Este será tu ayudante. No sabe todavía. Poned atención, cumplid vuestra misión con celo. Vais a acompañar a una deportada política, la señorita Morosov, que está actualmente presa. Aquí están las instrucciones; mañana se os dará dinero.

¡Buen viaje!" El sargento Ivanov era el jefe del convoy; yo, su ayudante. El, como jefe, tenía las instruccio-