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Oxana, querida mía!—balbuceó—. ¿Qué es lo que gime en el bosque?

Buscó algo con la mano y prestó oído.

—No, no es nada—se respondió a sí mismo—.

Es la tempestad... Es el ruido del bosque, nada más que el ruido del bosque...

Pasaron algunos minutos... Los relámpagos iluminaban de vez en cuando las ventanas, detrás de las cuales se veían los árboles, entre relámpagos, con formas fantásticas. Uno de aquellos relámpagos, seguido de un trueno formidable, nos hizo estremecer a todos.

El viejo parecía muy asustado.

—Oxana, querida mía, ¿quién es el que tira tiros en el bosque?

—Duérmete, viejo!—dijo tranquilamente Motria, que se había despertado también—. Siempre lo mismo—añadió dirigiéndose a mí—. Cuando la tempestad ruge, llama a Oxana, que hace mucho tiempo que está en el otro mundo.

Y Motria bostezó, murmuró una oración y se durmió de nuevo. Se restableció la calma, entrecortada a ratos por los ruidos de la tempestad y por el balbuceo ansioso del viejo.

—Es el ruido del bosque!... ¡Es el ruido del bosque... Oxana, querida mía!...

Poco después, un chaparrón cayó sobre el bosque. El ruido del agua, que caía •abundante, ahogaba los rugidos del viento y los gemidos de los altos pinos, sacudidos por la tormenta.

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