Página:El día del juicio (1919).djvu/175

Esta página no ha sido corregida
171
 

Pero Opanas respondió:

—Tú me has echado como a un perro! Es verdad que tú me has amado... Como el palo ama la espalda que golpea; ahora me amas como la espalda ama al palo... Te rogué, te supliqué y no me hiciste caso.

Entonces el señor se puso a implorar a Oxana:

¡Tú que tienes tan buen corazón, defiéndeme!

Oxana salió desesperada, y empezó a llorar con más fuerza.

—Yo te rogué—dijo—y me arrastré a tus plantas, suplicándote que no me deshonraras, que no me cubrieras de vergüenza; pero tú fuiste implacable. ¿ Qué es lo que puedo hacer por ti, desgraciada de mí?

—¡Dejadme!—exclamó nuevamente el señor—.

Por mi causa os perderéis todos en el destierro siberiano.

—No te ocupes de nosotros—respondió Opanas. Román estará en el pantano antes que tus cazadores, y yo, gracias a ti, estoy solo en el mundo y no tengo miedo a nada. Con mi escopeta al hombro me iré por los bosques. Organizaré una banda de bravos mozos como yo, y, ¡mucho ojo los ricos! Recorreremos los caminos en busca de botín, y, si el azar nos lleva a una aldea cualquiera, no dejaremos de visitar el castillo señorial... ¡Ea, Román, pongamos a su señoría bajo la lluvia... que se refresque un poco!...

El señor empezó a lanzar alaridos; pero ni Ro-