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Ukrania. Allá, en Ukrania, había guerra en aquella época. Al viejo cosaco, que había caído prisionero, le sacaron los ojos, le cortaron las orejas y le dijeron: "Puedes ir donde quieras." Como no veía, le acompañaba un chicuelo, aquel mismo Opanas. El padre del señor lo llevó consigo. Desde entonces estaba aquí Opanas. El señor actual le quería mucho y le perdonaba cosas que no hubiera perdonadó jamás a ningún otro.

Esta vez se enfadó mucho contra Opanas. Todos estaban seguros de que iba a pegarle; pero, en lugar de hacerlo, le dijo:' —¡Escucha, Opanas! Eres demasiado inteligente para comprender que no hay que meter la nariz en una puerta entreabierta..

El cosaco entendió inmediatamente lo que le quería decir, y respondió a su señor con una canción. Y si el señor hubiera comprendido también la canción del cosaco, su mujer no hubiera tenido quizá que verter lágrimas sobre su tumba.

—Para darte las gracias, señor, por la lección que me acabas de dar, te voy a cantar algo. ¡Escucha!

Y pulsó las cuerdas de su laúd.

Luego levantó la cabeza, miró al águila que volaba sobre el bosque y contempló las nubes empujadas por el viento; escuchó el ruido de los altos pinos, y pulsó de nuevo las cuerdas de su laúd.

¡Ah, buen mozo! Tú no has tenido la dicha de oír tocar a Opanas, y ya no la puedes tener. El