to pla todo y dime si hay milagros que sean imposibles en esta casa de Dios que se llama mundo.
En el mundo todo es posible. Así, pues, en mi amigo el molinero de Novokamenka se realizó un milagro. Es toda una historia. Si todavía no la habéis oído, os la quiero contar; pero no me pidáis mi palabra de honor sobre la verdad de los hechos. ¡Eso no! Por más que yo le oí referir esta historia al molinero mismo, no estoy seguro de que sea verdadera. Así y todo, voy a contárosla.
Una noche, después de los oficios en la iglesia de Novokamenka, el molinero entró en su molino, que distaba de la iglesia unas tres verstas.
Estaba de mal humor, sin saber él mismo por qué. En la iglesia todo había ido admirablemente, y nuestro molinero, que tenía una magnífica voz, había cantado las plegarias con tanto celo que la gente había quedado sorprendida. "¡Qué garganta!—decían con gran respeto—. Pronuncia las palabras tan de prisa que no se le puede entender nada. Es como un coche que rueda sobre el pavimento a toda velocidad..." El molinero, que todo esto escuchaba, se complacía en trabajar lɔ mejor posible para el Dios santo. Era su cantar tan fuerte y tan largo, que al final tenía la garganta seca y los ojos enrojecidos.
Después de los oficios, el "pope" invitó al molinero a su casa y le ofreció te; además, la mujer del "pope" puso sobre la mesa una garrafa llena de "vodka", que retiró casi vacía. Y cuando el mo-