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persona digna de atención. Había ladrones abrumados, como bestias de carga, bajo el peso de los bienes robados, y que avanzaban lentamente; grandes jefes yakuts, subidos en sus caballos, tocando casi las nubes con sus "schapkas" agudos; junto a ellos corrían sus criados, flacos como liebres. Había también un asesino lleno de sangre, de mirada salvaje; en vano trataba de lavarse la sangre con la nieve; cuando tocaba la nieve, se volvía roja a su alrededor, y las manchas de sangre que cubrían al desgraciado, se hacían todavía más visibles. Lleno de horror, el asesino seguía andando, y se ocultaba a las miradas de espanto de los transeuntes.

En la atmósfera revoloteaban, como pájaros, almitas de niños. Eran muy numerosas, y Makar no se sorprendió de ello; sabía bien que la mala alimentación, el frío y el barro hacían morir en Chalgan a los niños a centenares. La vista del asesino inspiraba a aquellas almitas tal horror, que volaban muy de prisa en todas las direcciones.

Makar notó que, en comparación con los demás, avanzaba rápidamente, y atribuyó esta circunstancia a su virtud.

—Oye, padre—dijo al pope—; aunque en vida me gustaba el "vodka", en suma yo no era malo, ¿verdad? Dios me quiere.

Escrutó el rostro del pope con la mirada, para adivinar su pensamiento; pero el otro se limitó a una respuesta lacónica:

—Vas a verlo. Estamos cerca.

EL DIA