Página:El día del juicio (1919).djvu/111

Esta página no ha sido corregida
107
 

si no, pasar el día? ¡Qué miserable vida! ¡Ni si—, quiera una botella de "vodka" para una fiesta tan importante!

Se le ocurrió una idea feliz. Se levantó y se puso la desgarrada pelliza. Su mujer, sólida, musculosa, extraordinariamente fuerte y al mismo tiempo extraordinariamente fea, conocía bien a su marido y penetraba sus primitivas intenciones. Adivinó inmediatamente sus planes.

—¿Dónde vas, diablo? ¿Quieres beber otra vez solo, sin mí?

—Cállate, voy a comprar una botella y mañana nos la beberemos juntos.

Le dió, a modo de caricia, un puñetazo formidable en el hombro y le guiñó el ojo maliciosamente. Ella casi cayó al suelo; pero—tal es el corazón de la mujer—encantada por la caricia de su marido, se quedó contenta, aunque bien sa bía que iba a engañarla.

Salió Makar; sacó un viejo caballo del corral lo enganchó al trineo. Pronto estuvo el caballo en la calle, arrastrando el trineo con su amo, y, volviendo la cabeza, preguntó a éste con la mirada adónde había que ir. Makar lo dirigió hacia la izquierda.

Al final de la aldea había una casita, medio enterrada en la nieve. Por encima del tejado, una columna de humo subía muy alto, ocultando con su masa blanca y ondulante la luna y las estrellas frías. A través de los gruesos trozos de hielo que cubrían las ventanas y protegían a los ha—

-