De pronto oyó que la muchacha, apretándose el pecho con las dos manos, gritaba con todas sus fuerzas:
—¡Déjale, diablo maldito! ¡Es mío!
El diablo sintió en la cabeza como un bastorazo. Espantado, turbado, soltó al molinero, que empezó a caer desde arriba; el diablo, no queriendo abandonar su presa, la seguía, y de vez en cuando la cogía de nuevo con sus garras; pero Galia volvía a gritar:
—¡ Déjale, es mío!
Y con los dientes apretados de rabia, el diablo soltaba al molinero. Esto ocurrió por tres veces seguidas. Finalmente se encontraron ya a muy poca altura. Abajo se veía un ancho pantano que se extendía entre la aldea y el molino. El molinero cayó rígido en el pantano, haciendo un ruido que despertó a las ranas, a los pájaros y a toda clase de animales.
Cuando volvió en sí dió un salto y se lanzó con todas sus fuerzas, brincando por encima de su obrero dormido y casi forzando la puerta, hacia la aldea. Mientras corría, gritaba continuamente, por miedo de que el diablo le volviera a coger.
Pronto estuvo ya cerca de la casa de Galia. De un brinco atravesó seto del jardín, abrió la puerta de la casita y se plantó, sofocado por la emoción y la fatiga, en medio de la habitación.
¡Al fin, ya estoy aquí!
EL DIA