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los conocimientos, la esperiencia y todos los otros motivos de preferencia y de pública estimacion, son otros tantos fiadores de que habrá quien gobierne con sabiduría.

Á mas de esto las asambleas se juntan con mayor comodidad, los asuntos se discuten mejor, y se despachan con mayor orden y diligencia: el crédito del estado está mejor sostenido en el estranjero por senadores dignos de veneracion que no por una muchedumbre desconocida ó despreciada.

En una palabra, el mejor orden y el mas natural consiste en que los mas sabios gobiernen á la muchedumbre siempre que haya una seguridad de que la gobernarán segun el provecho de esta, y no segun el suyo. No se han de multiplicar en vano los resortes, ni hacer con veinte mil hombres lo que ciento bien escogidos pueden desempeñar mejor. Pero se ha de observar que el interés de corporacion, al dirigir en este caso la fuerza pública, sigue menos la regla de la voluntad general, y que otra inclinacion inevitable quita á las leyes una parte del poder ejecutivo.

En cuanto á las conveniencias particulares, no se necesita que el estado sea tan pequeño, ni el pueblo tan sencillo y tan recto, que la ejecucion de las leyes tenga lugar inmediatamente despues de la voluntad pública, como en una buena democracia. Tampoco se necesita una nacion tan grande, que los gefes esparcidos para gobernarla puedan