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su voluntad con su razon; al otro se le ha de enseñar á conocer lo que quiere. Entonces es cuando de los conocimientos públicos resulta en el cuerpo social la union del entendimiento con la voluntad; de aqui el exacto concurso de las partes, y en fin la mayor fuerza del todo: y de aqui nace la necesidad de un legislador.

CAPÍTULO VII.
Del legislador.

Para encontrar las mejores reglas de sociedad que convengan á las naciones, seria menester una inteligencia superior, que viese todas las pasiones de los hombres sin estar sujeta á ellas; que no tuviese ninguna relacion con nuestra naturaleza y que la conociese á fondo; cuya dicha no dependiese de nosotros, y que sin embargo quisiese ocuparse en la nuestra; en fin que procurándose para futuros tiempos una lejana gloria, pudiese trabajar en un siglo y disfrutar en otro [1]. Seria necesario que hubiese dioses para poder dar leyes á los hombres.

El mismo raciocinio que hacia Calígula en cuanto al hecho, lo hacia Platon en cuanto al derecho para definir al hombre civil ó real que

  1. Un pueblo no se hace celebre sino cuando su legislacion empieza á decaer. No se sabe por cuantos siglos la institucion de Licurgo hizo la dicha de los espartanos, antes que se hablase de ellos en el resto de la Grecia.